Entendiendo la Ansiedad

Si bien la ansiedad hace parte del espectro de emociones que sentimos todos los seres humanos, en las que también se encuentran la alegría, felicidad, amor, tristeza, vergüenza o ira, es importante aprender a gestionar la ansiedad y entender cuando un poco es saludable para ayudarnos a superar un reto o situación potencialmente peligrosa, pero también cuando se convierte en un trastorno que puede impactar negativamente nuestra calidad de vida.

En este artículo se explica como funcionan los mecanismos de la ansiedad en el cuerpo tanto a nivel físico como bioquímico, los sistemas que intervienen y el papel de nuestros pensamientos, así como la relación con los ataques de pánico.

Imagine que se encuentra en su casa u oficina y empieza a sonar la alarma contra incendios, usted decide asomarse a la puerta y se da cuenta que al final del pasillo hay un gran incendio, su cuerpo (al igual que el de la mayoría de mamíferos) activará en cuestión de milisegundos el sistema de lucha o huida. De forma autónoma, ante el estimulo de peligro ocasionado por el incendio, el sistema nervioso simpático aumentará su frecuencia cardiaca, así como la frecuencia respiratoria y presión arterial, se dilataran las pupilas y se enviará un gran shot de adrenalina y cortisol que preparará todos su cuerpo para responder ante esta situación. Usted logra salir ileso del edificio usando las escaleras de emergencia, pero al pasar unos minutos se pregunta como logró salir tan rápido si se encontraba en un sexto piso; la ansiedad ha sido su gran aliado y ha cumplido la función de mantenerlo con vida.

En la situación de peligro descrita anteriormente, su amígdala, una estructura situada en la profundidad de los lóbulos temporales del cerebro y que funciona como un «radar», ha analizado, memorizado y registrado esta experiencia, para que en caso de enfrentar una situación igual o parecida en el futuro, pueda compararla y reaccionar en una fracción de segundo. La ubicación, los objetos, personas, olores, sensaciones, pensamientos y todo aquello que ocurrió a su alrededor ha quedo almacenado con gran precisión en su cerebro.

La amígdala hace parte del sistema más primitivo de los seres humanos: el sistema límbico, es por esto que ante una señal de peligro aquellas áreas más racionales del cerebro simplemente se «suprimen» ya que se prioriza la supervivencia.

Pero, ¿Qué pasa cuando nuestra amígdala percibe cómo peligro un estimulo o señal que no es real?, es decir una falsa alarma.

Dado que nuestro cerebro activará el mismo sistema de lucha o huida ante un estimulo que represente peligro, sin importar si es «real» o «falso», se desencadenará todas las reacciones bioquímicas y físicas presentadas en el ejemplo anterior. Esto teniendo en cuenta que para nuestro cerebro no hay estímulos reales o falsos, sino simplemente potenciales peligros de los que debe protegernos.

Nos referimos a estímulos reales a aquellas situaciones de peligro inminente, piense por ejemplo en un tigre en la selva que se aproxima hacia usted o un tiburón blanco en el mar que se acerca a su bote. Los siguientes son algunos estímulos que se podrían percibir como peligro pero que en realidad son situaciones completamente seguras donde es innecesario que se active el sistema de lucha o huida:

  • Comer en un restaurante
  • Entrar a un supermercado
  • Ver una película en el cine
  • Conducir en carretera
  • Caminar en el parque
  • Estar en una sala de reuniones
  • Ir al centro comercial
  • Estar en un avión
  • Asistir a un concierto
  • Tomar el transporte público
  • Salir de casa
  • Hablar en público
  • Visitar al dentista o médico

Cuando nuestro cerebro percibe como potencial peligro algunas de las situaciones listadas anteriormente, se activará el sistema de lucha o huida, y dado que no hay un peligro real del que escapar o pelear, en la mayoría de los casos empezaremos a centrar nuestra atención en los síntomas que genera estos mecanismos en el cuerpo: palpitaciones, sudoración, taquicardia, temblores, mareo, nauseas, entre otros. La interpretación errónea de estos síntomas físicos y sensaciones es lo que suele llevar a los ataques de pánico, pues con nuestros pensamientos alimentamos la idea de que estamos a punto de tener un ataque cardiaco, desmayo, perdida de control o asumir que algo malo nos va a pasar.

En el próximo artículo se presenta el por qué nuestro sistema nervioso puede malinterpretar estas situaciones como peligrosas y que podemos hacer para superar la ansiedad y los ataques de pánico.

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